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Elvia Silva

Memoria del pueblo

Elvia Silva Croquer es una mujer de caminar despacio pero firme. Su mirada está llena de recuerdos y memorias que le transmitieron sus padres y sus abuelos. Ahora ella, con 54 años, los comparte con sus dos hijos, Elvis y Deivis, y con todos los niños que tocan a su puerta para hacer las tareas que mandan las maestras de la escuela sobre la cultura y la historia de Cata.

Esta mariposa de san Juan, que ha bailado desde pequeña al ritmo de los tambores de su pueblo, sabe que el cacao se tuesta hasta que suena como una cotufa explotando, convierte las semillas en una panela que luego ralla para preparar chocolate caliente o batirlo con leche hasta que se vuelve pudín, lo mezcla con ron para un ponche o lo combina con maíz para hacer bollitos.

Cuando era niña la mandaron a vivir a Guárico y luego, de joven, se fue a vivir a Italia. Pero estando fuera de Cata, lo que hacía era pensar en su casa rodeada de la vegetación del Henri Pittier, en los cantos de sirena de los cacaocultores de la hacienda y en los bailes de las fiestas de San Juan, de la Cruz de mayo y la de los Diablos danzantes.

“Debemos enseñar a nuestros hijos a querer y respetar sus orígenes, sus tierras, sus fiestas y creencias, porque solo quien conoce puede preservar la cultura y las tradiciones del pueblo y es allí donde está nuestra identidad”.